No tengo Tiempo, No tengo Dinero
Las personas estamos muy preocupadas por solucionar problemas, sobrevivir a crisis y cambiar las cosas que no nos agradan.
Sin embargo es también muy común que ante una propuesta de trabajo que incluye detenerse para observarnos y descubrir que estamos pensando, sintiendo y haciendo en relación a eso que nos ocupa la atención, la respuesta sea: “No tengo tiempo, no tengo dinero”
Esto me lleva a preguntarme qué tan desconectados estamos de nuestra propia responsabilidad en lo que nos pasa, hasta qué punto de no retorno hemos llegado para desconocernos a nosotros mismos como protagonistas de nuestra realidad y de nuestra vida.
Por ejemplo, si alguien tiene una enfermedad y le dicen que debe dejar el azúcar porque es dañino para su salud, entonces responde, “Y ¿Cómo voy a hacer? No puedo tomar el café sin azúcar, con lo que me gustan los dulces”. Sin detenerse a observar la razón que lo ha llevado a enfermarse. Cómo si eso fuese un acto de un Dios malo que lo quiere castigar o de algún suceso extraordinario en la vida. La enfermedad no aparece por si sola, aparece por una cantidad de acciones inconscientes que nos lleva a enfermarnos.
De la misma manera ocurre con las dificultades en las relaciones. Llegan las personas a consulta queriendo cambiar algo en sus relaciones pero que sea una píldora mágica. Y sin estar dispuestos a entrar en sus heridas para sanarlas. Entonces siguen arrasando el tema a muchos terapeutas o lo dejan así, esperando que algo milagroso ocurra en sus vidas pero que no dependa de ellos.
Las soluciones mágicas si existen, los milagros existen sólo cuando nos hacemos responsables y contactamos con la esencia de lo que ocurre. Y muchas veces la vía es el dolor. El no tener tiempo ni dinero es consecuencia de cómo estás viviendo tu vida, pues la naturaleza es abundante, plena, hay siempre para todos. El asunto es dónde estamos parados, hacia qué lado estamos mirando.
Siempre digo ¿Hasta dónde tiene que doler para que sane? Muchas personas que dejan de asistir a sus trabajos terapéuticos con la excusa de no tener el tiempo o el dinero, se ven unos años después pagando más, y teniendo que invertir más tiempo en sus tratamientos y acompañamientos. Esto es una realidad que tercamente nos negamos a reconocer.
Claro dicen por allí: “El tiempo de Dios es Perfecto”, “Todo llega cuando tiene que llegar” y saben qué si, así es, es así cuando tenemos la consciencia de responsabilizarnos por lo que sea que está ocurriendo.
Responsabilidad implica el compromiso personal por mejorarse a sí mismo, por descubrirse en sus luces y sombras, por desear hacer bien para sí mismos y los demás, por contribuir cada día con lo mejor de cada uno al plan divino de nuestra existencia, saliendo de la zona de comodidad, que muchas veces no nos gusta, pero es cómoda y conocida por nosotros.
Cuando alguien no tiene tiempo ni dinero para sí mismo no tiene tiempo ni dinero para nada más. Está en ese momento negando su propio poder de creación, la capacidad transformadora inherente al Ser biológicamente prefecto creado para esta experiencia humana.
Si no depende de ti, ¿De quién más?
Si no eres tú quién se cuida, se proporciona lo que requiere para su felicidad y salud, ¿A quién le toca?
Si no eres responsable de lo que piensas, sientes, dices y haces, ¿Entonces quién lo es?
Para una persona adulta todas las respuestas anteriores llevan al YO, de lo contrario son respuestas que sólo caben un una etapa de nuestra vida en las que son absolutamente válidas… la infancia!
Te amo y me amo en ti!
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