Desde el momento en que somos concebidos comenzamos a experimentar la aceptación o el rechazo de nuestra existencia… allí comienza a construirse la autoestima en el ser humano. No recibe la misma información a nivel celular un bebé deseado que uno que se rechaza, por la circunstancia que sea.
El nacimiento es otro de los factores que influyen en la autovaloración de las personas. Al momento de generarse el proceso de parto se establece una relación entre madre e hijo que fomenta la confianza en el bebé a través de la experiencia del esfuerzo por cruzar el canal de parto y posteriormente salir a la vida con éxito.
Una vez que nace el niño se encuentra expuesto a una serie de rostros y conductas que le reflejan si lo que hace o dice corresponde a las expectativas de los adultos, lo que se traduce en me quieren o no, por lo tanto soy bueno o no. Entre los 0 y 10 años el infante desarrolla su personalidad psicológica y emocional para asentar en la adolescencia estos patrones que incluyen creencias, hábitos, conductas las cuales va a reflejar en su vida de adulto
La escuela es, sin duda, el lugar en el que el niño se ve expuesto a la aceptación o no de su ser, después del hogar nuclear. Allí lleva lo tomado en casa y debe usarlo como herramientas de sobrevivencia en un ambiente ajeno en el cual las normas, disciplina y tareas repetitivas ponen a prueba su valoración, es una etapa en la que los niños son evaluados de acuerdo a sus “notas” o conducta social. Etiquetándolos entonces como buena conducta, mala conducta, buen estudiante o mal estudiante, problemáticos, etc.
La forma en que los adultos nos relacionamos con los niños marca en el desarrollo de su Ser la diferencia entre soy “bueno” o soy “malo” “sirvo” o “no sirvo”, “puedo” o “no puedo”. Son las conductas, palabras y trato de los adultos a su alrededor lo que marca la alta o baja estima en el niño.
¿Cómo fomentar la autoestima en los niños?
Reconociendo que es un ser humano en proceso de aprendizaje y que puede aprender de maneras distintas a la de los adultos
Transmitir con conductas claras como abrazos, besos, palmadas en la espalda, sonrisas, miradas y palabras sinceras la alegría que produce a los adultos sus logros a medida que crece.
Entender que cada etapa tiene un proceso de desarrollo que va de acuerdo con la edad del niño y acompañarlo en el.
Comunicarse de manera asertiva y congruente cuando algo no resulta como se esperaba de él, respetando su SER y focalizándonos en el “hacer”
Interesarse de manera sincera en sus asuntos emocionales
Estar presentes para corregir y para consentir
Mostrar modelos que le permitan tomar referencias de lo que significa aceptarse, amarse y cuidarse tal como se ES.
Mi abrazo del alma…
Yuleika Guzmán
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