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Foto del escritorYuleika

El Hombre… ¿Sexo Fuerte?1ra parte


Por qué al hombre se le pide ser sensible, amoroso, delicado y gentil y a la vez se le exige fuerza, valor y coraje, esta ambivalencia puede confundir, estresar, deprimir y descontrolar a mas de uno…

No es tan fácil ser, al mismo tiempo fuerte y frágil, seguro y dependiente, rudo y tierno, ambicioso y desprendido, eficiente y tranquilo, agresivo y respetuoso, trabajador y casero. El desear alcanzar estos puntos medios, creó en la mayoría de los hombres un sentimiento de frustración permanente: sienten que no dan en el clavo. Esta información contradictoria lleva al varón, desde la misma infancia, a ser un equilibrista de las expectativas sociales: a intentar quedar bien con Dios y con el Diablo.

¿Sexo Fuerte?

Tres debilidades psicológicas masculinas

1.-  El miedo al miedo

2.-  El miedo a estar afectivamente solo

3.-  El miedo al fracaso

El miedo al miedo

Un hombre miedoso no es bien visto en ninguna parte. Es posible que algunas mujeres de fuerte instinto maternal se sientan momentáneamente enternecidas, pero a la larga o a la corta un desprecio ancestral y muy visceral hace su aparición. Como si no hiciera honor a su especie o pusiera en peligro la subsistencia de la misma, el varón cobarde es segregado y seriamente cuestionado, no sólo por las mujeres, sino también y principalmente por los hombres.

¿Quién dijo que el hombre no puede tener miedo? El miedo es la respuesta natural e inevitable ante situaciones de peligro: Es la manera como la evolución nos ha equipado, a hombres y mujeres, para defendernos de los depredadores.

El miedo a estar afectivamente solo

Existe un déficit psicológico masculino que suele hacerse de manifiesto cuando el hombre se ve obligado a estar solo. Este síndrome de soledad regresiva aparece en situaciones de estrés o en acontecimientos vitales que impliquen pérdida afectiva como la separación, el rompimiento de un noviazgo o la viudez. La deprivación afectiva en la vida de un varón tradicional es devastadora y responsable directa de todo tipo de miedos, inseguridades y depresión.

Muchos superhombre exitosos, líderes económicos y políticos, en lo más reservado de su ser necesitan del consejo y empujón femenino para seguir adelante. Trátese de un golpe de estado o de la más riesgosa inversión bursátil, la oportuna sugerencia femenina deja su marca. La mujer ideal para la mayoría de los varones: una ninfómana en la cama y una mamá fuera de ella; una relación cuasi incestuosa en la cual los hombres proponen y las mujeres disponen

Pese a que muchos hombres viven solos y parecen adaptarse adecuadamente a ese rol, el proceso psicológico que debe elaborar el varón para llegar a aceptar su soledad afectiva es muy complejo, e indudablemente más difícil de procesar que el de la soledad femenina. Las estadísticas muestran que el hombre separado no es capaz de disfrutar de su soltería por mucho tiempo. Un sentimiento de ansiedad lo empuja a buscar nueva compañera para tapar rápidamente la vacante. Por desgracia, este acelere lo puede llevar nuevamente a equivocarse: otra vez la que no era.

Cuando un hombre propone e incita la separación de manera segura y reposada a su esposa o novia, pueden ocurrir dos cosas: o es un varón muy evolucionado o tiene otra.

Una de las causas de la dificultad masculina para encarar su soledad afectiva está en el patrón egocéntrico-narcisista, con el cual se educa tradicionalmente al varón.

Muchas sociedades, que en apariencia se muestran patriarcales, esconden una organización familiar claramente matriarcal-maternal, donde el poder psicológico reside en las matronas y el económico en el varón. Más allá de cualquier consideración sociológica, el dictamen es casi lapidario: al hombre lo cría la mujer. Las madres amamantan, cuidan, acarician, alimentan, abrazan, defienden, regañan, se preocupan, moldean y aman profundamente a sus hijos varones. Lo femenino está presente durante toda la vida afectiva masculina creando dependencia, adicción y seguridad.

Las “supermamás” no sólo generan en sus hijos hombres un apego a la mujer-niñera, sino un estilo afectivo sumamente egoísta y ególatra. Al querer hacer lo correcto, se equivocan.

El varón aprende a ser más receptor que dador. Ha internalizado la idea equivocada de que es más importante sentirse satisfecho que satisfacer, y esta forma unidireccional de vivir el amor les ha hecho perder el pacer de la entrega como forma de vida: la suerte de tener a quien querer

Los hombres tendrán que asumir un papel más activo, colaborador y crítico en la educación de sus hijos, si quieren evitar que este esquema de abandono e incapacidad siga propagándose de generación en generación. Se necesita un nuevo varón que pueda comprender que la soledad vivida desde el dar, es cualitativamente distinta a la que se siente desde el egoísmo. Si proporcionar amor les hace feliz, nunca estarán solos porque siempre habrá alguien a quien amar.

Adaptación del libro “La Afectividad Masculina” de Walter Risso

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